«¡Una limosna para un pobre!», entonaba un vagabundo, tendiendo la sucia palma de su mano, pero nadie depositaba una moneda en ella, así que exclamó, «¡Un Cadillac para un pobre!». Tampoco nadie le dio un Cadillac.
WILLIAM T. VOLLMANN, Historias del Arcoiris, Pálido Fuego, Málaga, 2013, p. 151.
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