Leo para ver, para ver bien -mejor que en la vida- el deslumbrante dolor de vivir. No leo para que me consuelen, puesto que soy inconsolable. No leo para comprender, puesto que no hay nada que comprender. Leo para ver como la vida sufre en mí.
CHRISTIAN BOBIN, Un simple vestido de fiesta, Árdora, Madrid, 2011, p. 73.
&
Stephen Boyling
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