Mírala bien, demonios: es la Noche;
ópalo o vértigo solitario y mudo. Soy yo —nada
de nada: polvo, angustia, humo—
quien aquí te la entrega (es mi regalo)
inútil, mas cargada de leyendas y mitos.
Cien astrólogos quietos, cien poetas, cien
locos —pero locos
de atar—
bajo el arco cambiante de la luna escarlata,
para ti la inventaron. Poco a poco. Sin prisa.
VÍCTOR BOTAS
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