A LOVE SUPREME (JOHN COLTRANE)
Vuelven a quedarse las oraciones pegadas al papel pintado de la pared. Y la noche es una ribera y un animal salvaje, y un cáncer aún más negro devorando la ciudad entera desde las afueras.
Las palabras ya no se hacen fuertes, retroceden, no aguantan su combate y caen como pájaros de ceniza sobre las alfombras de los hospitales. Crepita la energía estática en las pantallas de los viejos televisores, y si miras al otro lado de la ventana verás que el mundo endurece su corazón y sigue adelante. Es como oír ruido de calderas —dice un tipo que se pierde tras una puerta—. Vuelve el sudor antiguo a los hombres, nuevamente las mujeres muerden la carne en lo oscuro de las habitaciones como fruta madura y tiemblan los espejos sobre un eco lejano.
En alguna parte Coltrane está tocando de nuevo, Dios elige su disfraz de costumbre y entre el público se sienta a escuchar.
Las palabras ya no se hacen fuertes, retroceden, no aguantan su combate y caen como pájaros de ceniza sobre las alfombras de los hospitales. Crepita la energía estática en las pantallas de los viejos televisores, y si miras al otro lado de la ventana verás que el mundo endurece su corazón y sigue adelante. Es como oír ruido de calderas —dice un tipo que se pierde tras una puerta—. Vuelve el sudor antiguo a los hombres, nuevamente las mujeres muerden la carne en lo oscuro de las habitaciones como fruta madura y tiemblan los espejos sobre un eco lejano.
En alguna parte Coltrane está tocando de nuevo, Dios elige su disfraz de costumbre y entre el público se sienta a escuchar.
DAVID MENA, La novia de King Kong, Berenice, Córdoba, 2011, página 51.
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