INTIMIDAD
Quienes no saben que toco el oboe me consideran un solitario. Quienes sí lo saben, ignoran cuán solitario soy. A mí me tiene sin cuidado lo que piensen los demás.
Cuando toco el oboe me siento acompañado. Por las mañanas practico escalas, hago ejercicios. Por las tardes ensayo las partituras. Mis dedos recorren el ébano femenino, acarician las llaves, se demoran en cada nota. Mis labios oprimen ligeramente la caña, el aire penetra con fuerza las vías respiratorias. Las notas se acumulan, las melodías se suceden. Empiezo a sentir que mis dedos se alejan, se alejan. La música, entonces, se independiza de mi cuerpo y regresa limpia para invadirme todo el ser.
Si para entonces (como suele suceder) alguien llama a la puerta, no lo oigo, o finjo no oír. Ella es vergonzosa y no desea ser vista en mis brazos.
Cuando toco el oboe me siento acompañado. Por las mañanas practico escalas, hago ejercicios. Por las tardes ensayo las partituras. Mis dedos recorren el ébano femenino, acarician las llaves, se demoran en cada nota. Mis labios oprimen ligeramente la caña, el aire penetra con fuerza las vías respiratorias. Las notas se acumulan, las melodías se suceden. Empiezo a sentir que mis dedos se alejan, se alejan. La música, entonces, se independiza de mi cuerpo y regresa limpia para invadirme todo el ser.
Si para entonces (como suele suceder) alguien llama a la puerta, no lo oigo, o finjo no oír. Ella es vergonzosa y no desea ser vista en mis brazos.
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