UNA CARRERA
Es un día de sol y mi madre ha vuelto. De no se sabe dónde, no se sabe cómo. Circula un aire de primavera adelantada. Ella tiene puesto un camisón, se diría que nuevo. Caminamos de la mano y conversamos. Su voz suena un tanto temblorosa, como si acabara de reponerse de un susto. Todo parece reflejado en un agua tranquila pero con rastros de ondas anteriores, de piedras que cayeron. Mi madre ha dejado de fumar y, según me explica, respira mucho mejor. Respira dejando que el viento entre y salga de ella. Respira tan bien, de pronto, que aceleramos el paso. Aceleramos riéndonos, hasta que se hace difícil seguir tomados de la mano. Estás ágil, le digo. Mi madre asiente, concentrada en su esfuerzo por correr cada vez más. Nos soltamos. A mí me alegra verla así de recuperada con su pelo ondulante, su camisón izado. Pero ella es demasiado rápida.
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