domingo, 18 de noviembre de 2012

LA FABULOSA: UNA OPERETA TEJANA, Sandra Cisneros



LA FABULOSA: UNA OPERETA TEJANA
        
   Le gusta decir que es «española», pero es de Laredo como todas las demás, o de Lardo, como lo llamamos nosotras. Se llama Berriozábal. Carmen. Trabaja de secretaria en un bufete de abogados en San Antonio.
   Tenía chichis grandes. Grandes de verdad. Los hombres no podían quitarles los ojos de encima, ni ella podía hacer nada por evitarlo.
   Ellos, cuando le hablaban, nunca la miraban a los ojos. Era un poco triste.
   Tenía a su cabo en el Fuerte Sam Houston. Joven. Guapo. José Arrambide. En su tierra él tenía a una monada de estudiante que vendía nachos en una galería comercial y seguía esperando que volviera a Harlingen, que se casara con ella y que comprara un apartamento de tres habitaciones a plazos. También se vive de sueños, ¿no?
   Bueno, pues este José no fue el amor de la vida de Carmen. Sólo un ligue de San Antonio, por decirlo de alguna manera.
   Pero ya sabes cómo son los hombres. Sólo caen si les lavas los pies y se los secas con tu propio cabello. Lo digo en serio. Y Carmen era una mujer del tipo lo tomas o lo dejas. Si no te gusta, ahí está la puerta. Así era. Algo especial.
   Lista, eso no. Quiero decir, no era capaz de cuidar bien de sí misma y de sus propios intereses. Pero el cabo estaba enganchado. Su esclavo del amor, genuino y garantizado.
   No sé por qué, pero a los hombres les encanta que los trates mal.
   Sí, claro, fue su medio novio durante un tiempo, pero ¿qué significa eso para una mujer que tiene veinte años y que ha agarrado el mundo por las pelotas? A la primera de cambio se lió con un famoso senador de Tejas que estaba abriéndose camino hacia la casa grande. La instaló en una urbanización al norte de Austin. Camilo Escamilla. Puede que hayas oído hablar de él.
   Cuando José se enteró hubo un gran escándalo. Intentó matarla. Intentó matarse. Pero ese Camilo se encargó de que no saliera en los periódicos. Era tan importante como eso. Y además, tenía mujer e hijos que posaban con el cada ano para la foto del calendario que regalaba por Navidad. No iba a tirar su carrera por la ventana por una fulanita.
   Según con quién hables te cuentan cosas distintas. Los amigos de José dicen que grabó sus iniciales en los famosos chichis con un cuchillo, pero eso suena a chulería, ¿no?
   Yo he oído contar que desertó. Se hizo torero en Matamoros para poder morir como un hombre. Otros dijeron que es ella la que quiere morir.
   No lo creas. Ella se largó con King Kong Cárdenas, un luchador profesional de Crystal City, una dulzura. Yo conozco a su prima Lerma y la vimos la semana pasada en el Floore Country Store en Helotes. Joder, nos invitó a una cerveza, dando unos pasos de baile y unas vueltas al compás de Hey Baby qué pasó.
        
SANDRA CISNEROS, Érase un hombre, érase una mujer, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 97-99.