Uno es más libre cuando escribe por escribir, sin pensar en posibles lectores o en las páginas de una revista cómplice. Hay cosas, tal vez más importantes, que los lectores de ahora no pueden aceptar ni comprender y que guardamos por temor a la reacción de quienes nos rodean. También es cierto que esa libertad puede convertirse fácilmente en excusa para lo arbitrario, lo mal pensado o lo pensado insuficientemente. Pero hasta esa falla, que es también una falla moral, puede ser más reveladora que cualquier acierto medido o coherente con los gustos de nuestros lectores. Debemos dejar también, si es preciso, que la soledad del monólogo nos traicione.
domingo, 23 de noviembre de 2014
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