no recordar
ninguna cosa
es que
nunca reconoces a nadie.
Y andas
siempre
completamente solo.
Y no sabes
si la mano que se levanta
frente a ti
te va a hacer
una caricia
o a propinar
un golpe.
Y has adquirido
el gesto
de proteger la cabeza
con el hombro
y de echar el cuerpo
hacia atrás.
Podrías ser
un caballo muy tímido.
O una tortuga.
MARTA SANZ, Vintage, Bartleby, Madrid, 2013, pag. 93-94.
&
Francis Picabia
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