SÚPLICAS QUE NO EXIMEN DE CONDENA
Ay, amor mío,
abre la boca y cierra los ojos,
que ya está pasando el camello por el ojo de la aguja.
No quieras ver cómo sangran los pulgares de las costureras
ni ese O callado que se le escapó al sol
cuando la escoba blandió su mentira definitiva.
Ay, qué pellizco más grande, amor mío.
Vayámonos a casa,
que ya las golondrinas crepitan en el cielo como pedazos de carbón
y no habrá paraguas que soporte lluvia tan negra.
MANUEL VILLENA
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