OBEDIENCIA
La madre de los tres hermanos jamás sonreía y era severísima.
Cuando ellos solían intercambiar bromas y sus risas se prolongaban más de la cuenta, los amonestaba.
—¡Juicio, niños, juicio! ¡Hagan sus tareas!
Y casi sin separar los labios, insistía:
—¡Juicio!—porque siempre había uno que era el último en obedecer.
Han pasado los años y los tres hermanos son adulto. Los dos menores—delincuentes—están presos.
El primogénito es juez.
Cuando ellos solían intercambiar bromas y sus risas se prolongaban más de la cuenta, los amonestaba.
—¡Juicio, niños, juicio! ¡Hagan sus tareas!
Y casi sin separar los labios, insistía:
—¡Juicio!—porque siempre había uno que era el último en obedecer.
Han pasado los años y los tres hermanos son adulto. Los dos menores—delincuentes—están presos.
El primogénito es juez.
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