10 DE SEPTIEMBRE DE 1898
La dama de larga cabellera, vestida de luto riguroso, que se había registrado en el hotel Beau Rivage de Ginebra bajo el nombre de condesa de Hohenembs, era en realidad, Elisabeth de Wittelsbach, esposa de Francisco José de Habsburgo y a la sazón emperatriz de Austria. Conocida por sus excentricidades, le asqueaba el protocolo de la corte vienesa y pasaba largas horas caminando por el campo, para desesperación de su séquito. En un viaje en barco a Corfú, se había hecho amarrar al mástil en mitad de una tormenta con intención de imitar a Ulises, al héroe homérico. No menos singular era su dieta alimenticia, que alternaba ingestiones espasmódicas de dulces —su preferido era el helado do violetas— con prolongados ayunos en que sólo bebía leche y sangre de buey. Se sabe que escribió poesía y que no sintió gran amor por sus hijos; tampoco, probablemente, por ella misma. El 10 de septiembre da 1898, bajo el falso nombre de condesa de Hohenembs, se disponía a tomar un vapor en el embarcadero del lago cuando un anarquista italiano le apartó la sombrilla que llevaba y le hundió un estilete en el corazón. En declaraciones posteriores, Luigi Lucheni afirmaría que creyó haber matado “a una persona que vivía en una felicidad insolente". Sissi no murió en el acto, sin embargo. De hecho, no imaginó haber sufrido un percance tan grave y siguió caminando apoyada en su dama de honor, la condesa de Sztáray, quien nos ha relatado sus últimos momentos. Sissi le preguntó: “¿Qué quería ese hombre tan horrible?”, y luego añadió: “A lo mejor intentaba robarme el reloj”. Nada más subir a cubierta, se desplomó.
MANUEL MOYANO, La memoria de la especie, Xórdica, Zaragoza, 2005, pp. 37-38.
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