CUENTO INFANTIL
Saciado, se incorporó. La noche había sido propicia, todo había sido más sencillo de lo que supuso. Una luz blanca iluminaba el bosque. Aún sentía el gusto salado y ferruginoso a ambos lados de la lengua. Le asustó verse reflejado en las aterradas pupilas pero luego le agradó su piel tan blanca, la ternura de las nalgas, la delicada exquisitez de su pequeño cuerpo, tan frágil. Vio la maleta colegial abierta entre la maleza junto a un libro deshojado en el breve forcejeo. La niña había leído Caperucita Roja.
Entonces el licántropo sonrió.
JUAN GRACIA ARMENDÁRIZ, Noticias de la frontera, Libertarias, Madrid, 1994, p. 56.
Ilustración: Adolfo Serra
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